Desde que tengo este blog es la segunda vez que un sueño me inspira un post. No sé si tendré que hacérmelo mirar porque yo pensaba que mis sueños eran sagrados y que más o menos estaban mantenidos a raya puesto que últimamente pocas veces aparecían asuntos de trabajo en ellos. Se ve que a mi subconsciente le empieza a costar diferenciar donde está la división exacta entre placer y trabajo. O quizás sea que a medida que pasa el tiempo ambas cosas forman un todo.
Estaba de vacaciones con mi marido y mis hijos en un lugar tropical, era la hora del desayuno y atravesaba la zona de la piscina para acercarme al camarero que preparaba los batidos naturales. Me saludaba tan sonriente como siempre (por cierto, el camarero era el actor que interpretaba a Tuco en Breaking Bad, ¿se os ocurre alguien menos apropiado para servir a una gringa? En fin….)
Mientras elegía cuidadosamente las mejores frutas y vegetales para mi batido comenzamos a hablar mientras me preguntaba que si estaba disfrutando de las vacaciones, que si ya conocía la Riviera Maya, que si estaba consiguiendo desconectar de mi trabajo y ese tipo de preguntas que sólo hace alguien que trata de hacerle la vida fácil a los demás y que además disfruta mucho haciéndolo. Le contesté eso mismo; que parecía que adoraba su trabajo y me respondió con esa sonrisa que en Tuco era preludio de que algo macabro iba a pasar pero que en Carlos era una invitación a seguir charlando que era muy feliz con lo que hacía y no lo cambiaría por nada. Y luego me preguntó que a qué me dedicaba yo;
- Soy coach, le contesté
- ¿Coach? Dijo abriendo todo lo que podía sus ojos del tamaño de una alfiler. ¿De estos?
Y me tendió un periódico de tirada nacional cuyo titular era, “El coach de los 2000$ por sesión”
Y me desperté, sin haber podido probar el zumo natural de Carlos/Tuco ni haber podido experimentar aunque fuese por un momento y en sueños la extraña sensación que sin duda hubiese sentido al contestar:
- Sí, de esos
Aún con el olor del zumo en mis fosas nasales y la caricia del sol en la piel, comencé a darle vueltas a la idea mientras me desembarazaba de las mantas y saltaba de la cama.
Es indudable que los beneficios del coaching son muchos y además mucho más medibles de lo que algunos quisieran. Un buen proceso de coaching puede conseguir que las personas no sólo consigan sus objetivos sino que además disfruten, en el proceso de hacerlo, ante el descubrimiento de todos los recursos de los que disponían y que ni tan siquiera imaginaban que tenían.
Soy de la opinión de que si un profesional es bueno sus honorarios deben ir a la altura de sus servicios y por descontado de sus resultados. Así que aunque inicialmente y según desperté de mi sueño pensé; “qué barbaridad cobrar 2000€ por sesión” ¿dónde queda entonces la discreción y la ausencia de protagonismo que debe abanderar un coach ante un proceso, si convertimos a este tipo de profesionales en algo parecido a una estrella de cine? Luego pensé ¿y por qué no? Lo cierto es que no supe muy bien que contestarme. Pero aún ahora, 4 horas después le sigo dando vueltas.
¿Podría yo bajo mis códigos de comportamiento y mi compromiso para con mi trabajo llegar a cobrar 2000€ por sesión?
En caso de planteármelo, ¿vendrían las dudas por los miedos naturales a no estar a la altura de lo que se supone ha de ser una sesión de 2000€? ¿U honestamente, se trataría más de una cuestión de principios y valores?
Para mi un coach es un profesional que se debe ante todo al cliente, alguien cuya vocación de ayuda y servicio esté muy presente. Y que nadie interprete de esta frase que soy contraria a que un coach gane mucho dinero con su trabajo si es bueno. Se puede hacer coaching altruistamente, en alguna ocasión lo he hecho, como se puede colaborar de mil formas altruistamente. Un coach es un profesional y por lo tanto debe cobrar por su trabajo. De lo contrario el coaching moriría.
¿Pero hasta donde se puede llegar? ¿Cómo es posible que haya coaches que cobren 20€ por sesión (mal, muy mal, están desprestigiando con cada hora de trabajo su profesión) y luego haya otros que puedan llegar a cobrar cantidades desorbitadas? Esto confunde a los clientes y hace del propio coaching algo muy difícil de ser valorado en su justa medida.
Lo cierto es que parece que está claro que los buenos profesionales del coaching, aquellos además cuyo trabajo ha trascendido por su calidad y profesionalidad y como consecuencia han sido contratados por personas u organizaciones con cierta repercusión, pueden y deben permitirse el lujo de tener un caché a la altura de sus trabajos. ¿Pero dónde está el límite? ¿Debería existir?
Así que me puse a indagar y me encontré con este artículo publicado en El Mundo La élite de los 6 coach de los VIP según el cual, los mejores coaches de este país se mueven en un baremo mucho más asequible y equilibrado. También sé de estupendos profesionales que están bastante por encima de esta tarifa. O sea que existen.
Respiré tranquila y un poco en broma y un poco en serio me dije: “de momento no hay visos en un futuro cercano de que tengas que verte en la tesitura de subir tu tarifa hasta límites insospechados”. Así que mientras esto sucede, trataré de seguir esforzándome para ser una coach a la altura de cualquier cliente, independientemente de la tarifa.
De todos modos y para completar este post, me gustaría dejar constancia de la repercusión que esta profesión está teniendo, cada vez más presente y notoria. Poniendo de manifiesto que el coaching está muy vivo, que funciona y que aquellos con capacidad para poder invertir en un proceso de coaching no lo dudan ni por un momento. Es la profesión del equilibrio, la plenitud y la búsqueda de la felicidad . Hay que cuidarla y honrarla.
Coaches del mundo, ¿Qué opináis de esto? Sería de gran ayuda, creo que es un debate necesario.
Gracias por seguir ahí.
Hola Paula! El debate que planteas es de mucho calado. Todos conocemos profesiones que ayudan a las personas (los cirujanos plásticos privados sería el primer ejemplo que me viene a la cabeza) que tienen unas tarifas oficiales, en apariencia, desproporcionadas. Esto que digo es sólo un juicio, porque para quienes lo puedan pagar les puede parecer de lo más normal. Vivimos en una sociedad capitalista en donde tu accedes a lo que puedes pagar, más o menos. Yo he conocido algún coach de los de mil euros por sesión y he podido ver entrar en el despacho de éste, a una persona de las más ricas de este país (te aseguro que parte de su fortuna la ha conseguido gracias a ti) que se desplazaba hasta donde al coach le venía mejor. Al presidente de una multinacional que gasta millones de euros en consultores, le pueden parecer migajas el gasto de unas sesiones con un buen coach. Pero no es extrapolable. En España juegan y hablan de futbol millones de personas y muy pocos se ganan la vida dignamente con esa profesión. ¿Debería cobrar menos Cristiano Ronaldo? Yo creo que no. Que cobre lo que el mercado esté dispuesto a pagarle y que luego él haga con su dinero lo que dentro de su ética y su moral le parezca oportuno. ¿Yo haría otra cosa? Casi seguro. Pero yo no soy C.R. ¿Es cuestión de valor? ¿Es cuestión de precio? También conozco coaches que estipulan la tarifa de acuerdo con sus convicciones morales. Desde cero a dos mil, va toda una forma de vivir el coaching.
Qué razón tienes en todo lo que dices Chema, me quedo con la última frase “desde cero a dos mil, va toda una forma de vivir el coaching”. De todos modos a mí me sigue chirriando por ejemplo que un cliente tenga que “plegarse” a desplazarse a donde quiera su coach y como quiera, es esa digamos pose, de “aquí quien mando soy yo” la que me descuadra de un coach y la verdad, esto quizás no tenga que ver tanto con la tarifa como con la “actitud” de este coach. Pero desgraciadamente, creo que al menos en este país va muy unido, dime cuanta ganas y te diré como tratarte…
Me quedo con el coach que valora su trabajo, pero que entiende que sin su cliente no existiría, me quedo con el coach que se concibe como instrumento y no como fin, independientemente de lo que cobre, es la elegancia de pensamiento y obra, eso creo yo.
Gracias por tu aportación.
Ante todo gracias por la invitación a reflexionar. En mi opinión, desarrollarnos como coach no nos excluye de la sociedad. Todas las actividades humanas tienen una valorización material que depende de múltiples factores socio culturales. Un profesor de escuela rural no se cuestiona si el ganar tanto menos que un profesor en un colegio privado de elite, estaría menoscabando el “valor” de su profesión en la sociedad. Tal vez ,solo el hecho de cuestionarnos ese aspecto, habla más de nuestras propias inseguridades en relación a como ven los otros en este camino.
Gracias por tu visión y por aportar al debate Alejandra:
El ejemplo que pones del profesor de escuela es genial y el tema de las inseguridades desde luego también como yo misma menciono este hecho al hacerme la pregunta. No obstante pienso que la horquilla entre lo que cobran unos y otros es excesivamente grande, no creo que haya muchas profesiones donde exista esa diferencia y de un modo tan acusado. De todos modos al final quien pone el precio final es el cliente que decida pagar por una sesión lo que el coach pida. Vivimos en una sociedad que además, quita valor a lo que tiene un coste bajo y ensalza lo contrario, no siendo siempre directamente proporcional la calidad del servicio con el precio. En cualquier caso, vivimos tiempos en los que el coaching hace mucho bien, asi que quienes nos dedicamos a ello, no perdamos esto de vista.
Saludos